A propósito de ‘Martín’ y ‘Lulú’
El Tiempo.com - 09/08/2010
Álvaro Vecino Pico
[1] ‘Martín’ y ‘Lulú’ son un par de mascotas. Él es un
macho, de raza samoyedo, comprado en una veterinaria,
con pedigrí y alimentado desde pequeño con concentrado
de la más refinada marca. Lulú en cambio, es una
[5] perra sin raza, en el decir popular, es criolla. La recogí
muy cachorra de una bolsa de basura en la calle; sus
primeros años comía sobras de comida, ahora ya come
alimento concentrado. Al fin de cuentas, ambos son perros
y los trato igual.
[10] Los perros son una buena compañía y el pretexto
para salir a caminar todos los días. No soy de esos amos
que humanizan a sus mascotas; es decir, no les hablo
como si pretendiera un entendimiento con ellos, sé que
son animales y que tienen un comportamiento que se
[15] puede condicionar o amaestrar para que obedezcan las
órdenes de su amo. Pues bien, como un ciudadano consciente
de que la mejor convivencia empieza por asumir
nuestra responsabilidad social como vecinos, siempre me
aprovisiono de bolsas para recoger los desechos de los
[20] perros, práctica que deberían seguir muchos dueños de
mascotas, pero ¿por qué no lo hacen? Quizá porque no
están educados en convivencia ciudadana, o quizá porque
no tienen sentido de pertenencia con el barrio y la
ciudad, o porque así manifiestan el desprecio hacia sus
[25] vecinos, o quizá porque les da pereza caminar largos
trayectos con el popó del perro en sus manos.
Personalmente, no me molesta recoger los
desechos de mis perros, me molesta más no encontrar
un lugar dónde botarlos. En mi barrio, La Floresta, hay
[30] que caminar cuadras y cuadras y no se encuentran canecas
de basura, solo hay una al frente del CAI de
Terrazas, si no se alcanza a llegar allí, hay que deambular
por todo el barrio con la bolsita en las manos hasta llegar
a casa.
[35] Por esta razón no le encuentro sentido a que, de
manera permanente, los funcionarios y autoridades
municipales amenacen diariamente con multas y sanciones
a quienes no cumplan con protocolos de limpieza,
cuidado ambiental y exigencia de normas, pues se
[40] entiende que es imposible exigir educación ciudadana si
las personas no cuentan con los elementos mínimos para
ello.
Por eso, antes de imponer multas y sanciones, y
ante la evidente ausencia de una política de cultura
[45] ciudadana, la administración municipal debería comenzar
por dotar a la ciudad de suficiente mobiliario urbano acorde
con nuestras demandas: pintar cebras, arreglar los
puentes peatonales, instalar banquetas en los parques,
paraderos de buses, poner canecas para la basura y,
[50] después si, realizar campañas educativas acordes con
las necesidades y cultura locales.
Como sé que esto no sucederá en esta
administración, seguiré paseando con ‘Martín’ y ‘Lulú’,
teniendo cuidado de no pisar el popó de perro que otros
[55] dueños no recogen y llevando en mi mano las bolsitas
que me recuerdan que la llamada cultura ciudadana no
es un embeleco de gente desocupada, sino el pilar de la
buena convivencia.
Comentario 1
[60] Señor con todo respeto, los desechos de sus mascotas
le pertenecen a usted y como tal debe depositarlos en su
caneca de desechos. En los comercios venden canecas
especiales para ello. De lo contrario tendría que pagar
por la recolección de la caneca pública al botadero auto–
[65] rizado.
Comentario 2
Recoge los desechos sólidos de sus perros. Muy bien,
pero ¿qué pasa con la orina de los animales? Hablar de
convivencia ciudadana es muy fácil pero ejercerla es muy
[70] difícil, al columnista le gusta tener perro, se lo respeto.
A mí no me gustan los perros. Si a algunas personas les
gustan los perros ¿Por qué no les enseñan a orinar y
defecar en sus casas?
En el Comentario 2 leemos: “Si a las personas les gustan los perros ¿Por qué no les enseñan a orinar y defecar en sus casas?” El verbo gustar está conjugado en tercera persona de plural porque: