TEXTO:
VAZQUEZ. Maestro. Disponível em: < http://4.bp.blogspot.com/_H3uQvpZPI9A/SxPwuGWWtwI/AAAAAAAADlc/4EhZCRfWmIY/s1600/ carta+muy+triste+y+no+tiene+ilusiones.jpg> Acesso em: 7jun.2010.
Se puede afirmar que el personaje de la viñeta es un
TEXTO:
Ilusionarte
Hastiados por el desencanto, abatidos, tristes,
alicaídos… Cada vez resulta más fácil hallar personas
sumidas en la sórdida profundidad de sí mismas.
Cansados de bregar con el día a día y tras quizá, haber
[5] degustado reiteradamente todo el menú de una carta de
desengaños, se sienten sin fuerzas para afrontar con la
ilusión necesaria un día a día duro y difícil.
Motivos no faltan. Es más, seguro que cada arruga
de un triste rostro podría relatar una truculenta historia
[10] de decepción. Hay para todos los gustos: desengaños
amorosos, sueños aplazados indefinidamente,
incomunicación, relaciones frustradas, seres perdidos,
promesas incumplidas, deseos rotos, incomprensión,
enfermedades imposibles, abruptos cambios de
[15] trazado… Mil y una vidas se resquebrajan cada día con
microfisuras que no parecen poder pegarse con ningún
pegamento. Y así, la ilusión que otrora fue motor del
ánimo, parece quedarse atascada, inválida,
desvencijada… como sin pilas. Y las vidas se quedan
[20] ajadas, los rostros siempre vacíos; presos de una
zozobra de difícil remiendo. Pero, ante tamaña gravedad,
ante semejante peso, ¿cómo seguir viviendo sin parecer
la fotografía andante de un cadáver o la de un zombi?
Hace años, si escuchaba a algún alma maltrecha
[25] pregonar que se hallaba “muerta en vida”, mi reacción
inmediata era intentar desoír lo que esos interlocutores
balbuceaban a través de esas bocas inermes, pese a
que realmente podían estar desconectados de cualquier
ápice de vida; pues la simple idea de que hubiera gente
[30] con un sentimiento de destrucción tan potente me
parecía, no solo muy triste, sino altamente venenosa
para el interior. No quería creer que existiera ese
tormento. Ahora sé que existen, sé que hay muchas
personas que desde que se levantan hasta que se
[35] acuestan -aunque lo más probable es que la noche
tampoco les conceda descanso alguno- sienten su vida
como un peso atroz con el que han de cargar a cuestas.
Y sufren con un llanto interno y eterno. [...] Y en muchos
casos, esa tristeza deriva de una decepción generada
[40] al constatar que las cosas no son como habíamo
imaginado que serían y, de ahí, surge la incapacidad
tanto de aceptar esa diferencia entre lo real y lo
imaginado, como de reponerse a la decepción. [...]
Sin ánimo de ofrecer recetas de mercachifle, creo
[45] que la ilusión se halla, en primer lugar, dentro de cada uno.
En muchas ocasiones, pese a parecer apagada, sólo
está agazapada, que casi tiene las mismas letras pero
no es lo mismo. Y aunque parezca extinta, basta una
flor en primavera, una brisa en verano, un poema en otoño
[50] o un cálido beso en invierno, para que vuelva a lucir con
fuerza. Eso sí, volver a sentir esa luz requiere animarse
y no encerrarse en la idea de haber perdido la esperanza.
Pero, como todo el mundo sabe: la esperanza es lo
último que se pierde… Y además, se puede recuperar.
CASTAÑEDA, Javier. Patologías urbanas. Ilusionarte. Disponível em:< http://www.lavanguardia.es/lv24h/20100506/53923068932.html> Acesso em: 01 jun.2010.
El autor del texto
TEXTO:
Ilusionarte
Hastiados por el desencanto, abatidos, tristes,
alicaídos… Cada vez resulta más fácil hallar personas
sumidas en la sórdida profundidad de sí mismas.
Cansados de bregar con el día a día y tras quizá, haber
[5] degustado reiteradamente todo el menú de una carta de
desengaños, se sienten sin fuerzas para afrontar con la
ilusión necesaria un día a día duro y difícil.
Motivos no faltan. Es más, seguro que cada arruga
de un triste rostro podría relatar una truculenta historia
[10] de decepción. Hay para todos los gustos: desengaños
amorosos, sueños aplazados indefinidamente,
incomunicación, relaciones frustradas, seres perdidos,
promesas incumplidas, deseos rotos, incomprensión,
enfermedades imposibles, abruptos cambios de
[15] trazado… Mil y una vidas se resquebrajan cada día con
microfisuras que no parecen poder pegarse con ningún
pegamento. Y así, la ilusión que otrora fue motor del
ánimo, parece quedarse atascada, inválida,
desvencijada… como sin pilas. Y las vidas se quedan
[20] ajadas, los rostros siempre vacíos; presos de una
zozobra de difícil remiendo. Pero, ante tamaña gravedad,
ante semejante peso, ¿cómo seguir viviendo sin parecer
la fotografía andante de un cadáver o la de un zombi?
Hace años, si escuchaba a algún alma maltrecha
[25] pregonar que se hallaba “muerta en vida”, mi reacción
inmediata era intentar desoír lo que esos interlocutores
balbuceaban a través de esas bocas inermes, pese a
que realmente podían estar desconectados de cualquier
ápice de vida; pues la simple idea de que hubiera gente
[30] con un sentimiento de destrucción tan potente me
parecía, no solo muy triste, sino altamente venenosa
para el interior. No quería creer que existiera ese
tormento. Ahora sé que existen, sé que hay muchas
personas que desde que se levantan hasta que se
[35] acuestan -aunque lo más probable es que la noche
tampoco les conceda descanso alguno- sienten su vida
como un peso atroz con el que han de cargar a cuestas.
Y sufren con un llanto interno y eterno. [...] Y en muchos
casos, esa tristeza deriva de una decepción generada
[40] al constatar que las cosas no son como habíamo
imaginado que serían y, de ahí, surge la incapacidad
tanto de aceptar esa diferencia entre lo real y lo
imaginado, como de reponerse a la decepción. [...]
Sin ánimo de ofrecer recetas de mercachifle, creo
[45] que la ilusión se halla, en primer lugar, dentro de cada uno.
En muchas ocasiones, pese a parecer apagada, sólo
está agazapada, que casi tiene las mismas letras pero
no es lo mismo. Y aunque parezca extinta, basta una
flor en primavera, una brisa en verano, un poema en otoño
[50] o un cálido beso en invierno, para que vuelva a lucir con
fuerza. Eso sí, volver a sentir esa luz requiere animarse
y no encerrarse en la idea de haber perdido la esperanza.
Pero, como todo el mundo sabe: la esperanza es lo
último que se pierde… Y además, se puede recuperar.
CASTAÑEDA, Javier. Patologías urbanas. Ilusionarte. Disponível em:< http://www.lavanguardia.es/lv24h/20100506/53923068932.html> Acesso em: 01 jun.2010.
“Mil y una vidas se resquebrajan cada día con microfisuras que no parecen poder pegarse con ningún pegamento” (l. 15-17)
Esta afirmación del autor permite inferir que
TEXTO:
Ilusionarte
Hastiados por el desencanto, abatidos, tristes,
alicaídos… Cada vez resulta más fácil hallar personas
sumidas en la sórdida profundidad de sí mismas.
Cansados de bregar con el día a día y tras quizá, haber
[5] degustado reiteradamente todo el menú de una carta de
desengaños, se sienten sin fuerzas para afrontar con la
ilusión necesaria un día a día duro y difícil.
Motivos no faltan. Es más, seguro que cada arruga
de un triste rostro podría relatar una truculenta historia
[10] de decepción. Hay para todos los gustos: desengaños
amorosos, sueños aplazados indefinidamente,
incomunicación, relaciones frustradas, seres perdidos,
promesas incumplidas, deseos rotos, incomprensión,
enfermedades imposibles, abruptos cambios de
[15] trazado… Mil y una vidas se resquebrajan cada día con
microfisuras que no parecen poder pegarse con ningún
pegamento. Y así, la ilusión que otrora fue motor del
ánimo, parece quedarse atascada, inválida,
desvencijada… como sin pilas. Y las vidas se quedan
[20] ajadas, los rostros siempre vacíos; presos de una
zozobra de difícil remiendo. Pero, ante tamaña gravedad,
ante semejante peso, ¿cómo seguir viviendo sin parecer
la fotografía andante de un cadáver o la de un zombi?
Hace años, si escuchaba a algún alma maltrecha
[25] pregonar que se hallaba “muerta en vida”, mi reacción
inmediata era intentar desoír lo que esos interlocutores
balbuceaban a través de esas bocas inermes, pese a
que realmente podían estar desconectados de cualquier
ápice de vida; pues la simple idea de que hubiera gente
[30] con un sentimiento de destrucción tan potente me
parecía, no solo muy triste, sino altamente venenosa
para el interior. No quería creer que existiera ese
tormento. Ahora sé que existen, sé que hay muchas
personas que desde que se levantan hasta que se
[35] acuestan -aunque lo más probable es que la noche
tampoco les conceda descanso alguno- sienten su vida
como un peso atroz con el que han de cargar a cuestas.
Y sufren con un llanto interno y eterno. [...] Y en muchos
casos, esa tristeza deriva de una decepción generada
[40] al constatar que las cosas no son como habíamo
imaginado que serían y, de ahí, surge la incapacidad
tanto de aceptar esa diferencia entre lo real y lo
imaginado, como de reponerse a la decepción. [...]
Sin ánimo de ofrecer recetas de mercachifle, creo
[45] que la ilusión se halla, en primer lugar, dentro de cada uno.
En muchas ocasiones, pese a parecer apagada, sólo
está agazapada, que casi tiene las mismas letras pero
no es lo mismo. Y aunque parezca extinta, basta una
flor en primavera, una brisa en verano, un poema en otoño
[50] o un cálido beso en invierno, para que vuelva a lucir con
fuerza. Eso sí, volver a sentir esa luz requiere animarse
y no encerrarse en la idea de haber perdido la esperanza.
Pero, como todo el mundo sabe: la esperanza es lo
último que se pierde… Y además, se puede recuperar.
CASTAÑEDA, Javier. Patologías urbanas. Ilusionarte. Disponível em:< http://www.lavanguardia.es/lv24h/20100506/53923068932.html> Acesso em: 01 jun.2010.
De acuerdo con el texto, es correcto afirmar:
TEXTO:
Ilusionarte
Hastiados por el desencanto, abatidos, tristes,
alicaídos… Cada vez resulta más fácil hallar personas
sumidas en la sórdida profundidad de sí mismas.
Cansados de bregar con el día a día y tras quizá, haber
[5] degustado reiteradamente todo el menú de una carta de
desengaños, se sienten sin fuerzas para afrontar con la
ilusión necesaria un día a día duro y difícil.
Motivos no faltan. Es más, seguro que cada arruga
de un triste rostro podría relatar una truculenta historia
[10] de decepción. Hay para todos los gustos: desengaños
amorosos, sueños aplazados indefinidamente,
incomunicación, relaciones frustradas, seres perdidos,
promesas incumplidas, deseos rotos, incomprensión,
enfermedades imposibles, abruptos cambios de
[15] trazado… Mil y una vidas se resquebrajan cada día con
microfisuras que no parecen poder pegarse con ningún
pegamento. Y así, la ilusión que otrora fue motor del
ánimo, parece quedarse atascada, inválida,
desvencijada… como sin pilas. Y las vidas se quedan
[20] ajadas, los rostros siempre vacíos; presos de una
zozobra de difícil remiendo. Pero, ante tamaña gravedad,
ante semejante peso, ¿cómo seguir viviendo sin parecer
la fotografía andante de un cadáver o la de un zombi?
Hace años, si escuchaba a algún alma maltrecha
[25] pregonar que se hallaba “muerta en vida”, mi reacción
inmediata era intentar desoír lo que esos interlocutores
balbuceaban a través de esas bocas inermes, pese a
que realmente podían estar desconectados de cualquier
ápice de vida; pues la simple idea de que hubiera gente
[30] con un sentimiento de destrucción tan potente me
parecía, no solo muy triste, sino altamente venenosa
para el interior. No quería creer que existiera ese
tormento. Ahora sé que existen, sé que hay muchas
personas que desde que se levantan hasta que se
[35] acuestan -aunque lo más probable es que la noche
tampoco les conceda descanso alguno- sienten su vida
como un peso atroz con el que han de cargar a cuestas.
Y sufren con un llanto interno y eterno. [...] Y en muchos
casos, esa tristeza deriva de una decepción generada
[40] al constatar que las cosas no son como habíamo
imaginado que serían y, de ahí, surge la incapacidad
tanto de aceptar esa diferencia entre lo real y lo
imaginado, como de reponerse a la decepción. [...]
Sin ánimo de ofrecer recetas de mercachifle, creo
[45] que la ilusión se halla, en primer lugar, dentro de cada uno.
En muchas ocasiones, pese a parecer apagada, sólo
está agazapada, que casi tiene las mismas letras pero
no es lo mismo. Y aunque parezca extinta, basta una
flor en primavera, una brisa en verano, un poema en otoño
[50] o un cálido beso en invierno, para que vuelva a lucir con
fuerza. Eso sí, volver a sentir esa luz requiere animarse
y no encerrarse en la idea de haber perdido la esperanza.
Pero, como todo el mundo sabe: la esperanza es lo
último que se pierde… Y además, se puede recuperar.
CASTAÑEDA, Javier. Patologías urbanas. Ilusionarte. Disponível em:< http://www.lavanguardia.es/lv24h/20100506/53923068932.html> Acesso em: 01 jun.2010.
En relación a la esperanza, el autor dice que
TEXTO:
Ilusionarte
Hastiados por el desencanto, abatidos, tristes,
alicaídos… Cada vez resulta más fácil hallar personas
sumidas en la sórdida profundidad de sí mismas.
Cansados de bregar con el día a día y tras quizá, haber
[5] degustado reiteradamente todo el menú de una carta de
desengaños, se sienten sin fuerzas para afrontar con la
ilusión necesaria un día a día duro y difícil.
Motivos no faltan. Es más, seguro que cada arruga
de un triste rostro podría relatar una truculenta historia
[10] de decepción. Hay para todos los gustos: desengaños
amorosos, sueños aplazados indefinidamente,
incomunicación, relaciones frustradas, seres perdidos,
promesas incumplidas, deseos rotos, incomprensión,
enfermedades imposibles, abruptos cambios de
[15] trazado… Mil y una vidas se resquebrajan cada día con
microfisuras que no parecen poder pegarse con ningún
pegamento. Y así, la ilusión que otrora fue motor del
ánimo, parece quedarse atascada, inválida,
desvencijada… como sin pilas. Y las vidas se quedan
[20] ajadas, los rostros siempre vacíos; presos de una
zozobra de difícil remiendo. Pero, ante tamaña gravedad,
ante semejante peso, ¿cómo seguir viviendo sin parecer
la fotografía andante de un cadáver o la de un zombi?
Hace años, si escuchaba a algún alma maltrecha
[25] pregonar que se hallaba “muerta en vida”, mi reacción
inmediata era intentar desoír lo que esos interlocutores
balbuceaban a través de esas bocas inermes, pese a
que realmente podían estar desconectados de cualquier
ápice de vida; pues la simple idea de que hubiera gente
[30] con un sentimiento de destrucción tan potente me
parecía, no solo muy triste, sino altamente venenosa
para el interior. No quería creer que existiera ese
tormento. Ahora sé que existen, sé que hay muchas
personas que desde que se levantan hasta que se
[35] acuestan -aunque lo más probable es que la noche
tampoco les conceda descanso alguno- sienten su vida
como un peso atroz con el que han de cargar a cuestas.
Y sufren con un llanto interno y eterno. [...] Y en muchos
casos, esa tristeza deriva de una decepción generada
[40] al constatar que las cosas no son como habíamo
imaginado que serían y, de ahí, surge la incapacidad
tanto de aceptar esa diferencia entre lo real y lo
imaginado, como de reponerse a la decepción. [...]
Sin ánimo de ofrecer recetas de mercachifle, creo
[45] que la ilusión se halla, en primer lugar, dentro de cada uno.
En muchas ocasiones, pese a parecer apagada, sólo
está agazapada, que casi tiene las mismas letras pero
no es lo mismo. Y aunque parezca extinta, basta una
flor en primavera, una brisa en verano, un poema en otoño
[50] o un cálido beso en invierno, para que vuelva a lucir con
fuerza. Eso sí, volver a sentir esa luz requiere animarse
y no encerrarse en la idea de haber perdido la esperanza.
Pero, como todo el mundo sabe: la esperanza es lo
último que se pierde… Y además, se puede recuperar.
CASTAÑEDA, Javier. Patologías urbanas. Ilusionarte. Disponível em:< http://www.lavanguardia.es/lv24h/20100506/53923068932.html> Acesso em: 01 jun.2010.
La lectura del último párrafo permite concluir que para el autor