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Así nos espían en las redes sociales
Tras su cara amable y los millones de amigos que las habitan, hay un lado oscuro: la facilidad que ofrecen a las empresas tecnológicas de controlar nuestra vida y comerciar con nuestros datos.
El 15 de marzo de 2016, el ciudadano de Misuri Winston Smith demandó a Facebook por entrometerse en su privacidad y vender a terceros sus búsquedas de información sobre el cáncer de pulmón. De paso, también denunció a varias instituciones de salud, como las sociedades norteamericanas contra el cáncer y la sociedad de oncología. El espionaje tecnológico es simple, y Facebook lo hace de forma sistemática cada vez que usamos su entorno. Con las llamadas tracking cookies, que se instalan automáticamente en los ordenadores, la red social se queda con muchos datos sobre el usuario: las páginas que visita, sus búsquedas, sus gustos. Curiosamente, el citado quijote de Misuri, Winston Smith, se llama igual que el protagonista de la novela de George Orwell 1984, que dibujó un mundo en el que todos los ciudadanos eran vigilados por el Gran Hermano. Facebook niega las acusaciones, aunque no es la primera demanda a la que se enfrenta. En 2012 un juez falló a su favor cuando cuatro personas la denunciaron por violar las leyes de protección de la intimidad al grabar lo que hacen los usuarios mientras visitan su plataforma, incluso cuando han cerrado la sesión.
No es la única compañía que actúa así. En 2010 el director de Google Eric Schmidt se vanagloriaba de
que ellos sabían al momento dónde estábamos y lo que hacíamos. Pero ni él ni Zuckerberg han sido los primeros en plantear una vigilancia orwelliana. En 1985, Erich Mielke, director de la policía secreta de la República Democrática Alemana (RDA), la temida Stasi admirablemente retratada en la película La vida de los otros, creó una red para espiar a los dieciséis millones de ciudadanos del país por orden del máximo líder Erich Honecker. La Stasi recabó datos de juzgados, bancos, aseguradoras, oficinas de correos, hospitales, empresas de radio y televisión y bibliotecas, que, unidos a los de la propia policía secreta, permitieron a Mielke saberlo todo sobre los alemanes orientales: los libros que leían, el médico al que iban, con quien se relacionaban... Se trataba de crear al hombre de cristal, que viviría en un país donde todo era visible por bien del Estado y, supuestamente, del propio ciudadano. La caída del Muro de Berlín sepultó este proyecto llamado Regularización del Uso de Datos Almacenados, pero unas décadas después la idea ha sido llevada a la práctica, a escala mundial, por Google, Facebook y otras empresas de big data. El objetivo ya no son unos pocos millones de personas, sino miles de millones. Y sin tener que pagar un dólar a informantes ni espías, porque no los necesitan. Son los propios espiados los que regalan de buen grado la información, con la que Serguéi Mijáilovich Brin, uno de los fundadores de Google, ha hecho una fortuna de 26.000 millones de dólares. Y si la Stasi espiaba por el bien del alemán oriental, Google lo hace por el "bien del consumidor".
(Disponível em: <https://www.muyinteresante.es/revista-muy/noticias-muy/articulo/asi-nos-espian-en-las-redes-sociales-951474008569>. Acesso em: 21 abr. 2017.)
Assinale a alternativa que substitui, corretamente, a expressão “[...] nadie da duros a cuatro pesetas”, quanto ao seu significado no texto, sem modificá-lo.