“Ahora estoy en las manos de Dios”
Los menores acuden sin abogado a los juzgados buscando la posibilidad de quedarse en EE.UU.
Vicente Jiménez, Nueva York, 22 AGO 2014
- Hola, mi nombre es Elizabeth Lamb y soy juez. ¿Qué idioma quieres utilizar, Ana? Lo siento, pero yo no
hablo español. [Un intérprete realiza la traducción simultánea].
- Español.
- Muy bien. ¿Quién es el caballero que se sienta a tu lado?
- Mi tío.
- Bien. Mira, ese señor de ahí es el fiscal de inmigración. ¿Vienes sin abogado, verdad? Te voy a citar para el 21 de octubre. Y tienes que venir con un abogado. ¿Imagino que vas a ir a la escuela, no? Pues si estás en clase no hace falta que vengas, pero tu abogado tiene que traer un justificante. Gracias, Ana, que tengas un buen día. Y Ana Gladys, de 13 años, salvadoreña, tímida, asustada, abandona la sala. Después de ella entran Jocilyn, Guilder, Elder, Dixon, Mayra, Dafny Xiomara, Yoel, Jonathan, Melquisedic, Celia Marleny, Jason Vladimir, Jaime... y así hasta 35. El mayor tiene 20 años; la menor, cuatro. Son una mínima parte de los más de 60.000 menores llegados solos a EE.UU. desde Centroamérica en algo menos de un año, tras arriesgados viajes de semanas o meses, que suelen concluir con un arresto en la frontera y el ingreso en un centro de refugiados hasta que son entregados a sus padres o a algún familiar.
Es el caso de Óscar, de 16 años, que salió de El Salvador por miedo a la violencia de las pandillas. Tardó 13 días en llegar a la frontera con México. Tuvo suerte. No le atracaron, ni le violaron, ni cayó en manos de los carteles de la droga. Simplemente le detuvieron en Texas. Hoy está confiado. “Ahora estoy en las manos de Dios”, dice, mientras su padrastro le acaricia el pelo. O el de Katty y Minnie, de seis y cuatro años. Salieron de Guatemala solas, viajaron en furgoneta a través de rutas establecidas, de la mano de gente de confianza, según narra Mario, su padre, indocumentado como ellas. “La vida aquí es mejor que allá. Con un poquito de fortuna, se quedarán”, afirma.
O Jaime y Jonathan, de 15 y 20 años. Huyeron de la violencia de las maras salvadoreñas en busca de sus respectivos padres, inmigrantes sin papeles en EE.UU. desde hace años. “Allí, o te matan, o matas”, señala Jonathan, que tardó dos meses en cruzar el río Grande.
Todos ellos han sido citados esta mañana de martes en el edificio federal del 26 de Federal Plaza, en Lower Manhattan, que acoge los juzgados de inmigración, para iniciar el procedimiento de expulsión acelerado decretado por el presidente Barack Obama. La mayoría de los chicos acude sin abogado, ya que el sistema judicial estadounidense no contempla el derecho a letrado de oficio a los inmigrantes irregulares.
Disponible en: <http://internacional.elpais.com/internacional/2014/08/22/actualidad/1408733954_727728.html>. Accedido el 24 Ago. 2014. (Adaptado)
Teniendo en cuenta los párrafos de 1 a 5, es correcto afirmar que hay una entrevista entre una juez norteamericana y una niña salvadoreña para